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Archive for agosto 2013

AQUELLOS PRIMEROS CHAPOTEOS….

papa

El calor, que aunque tarde ahora se empieza a sentir, a mi me sirve para «refrescar» la memoria y recordar aquellos primeros chapoteos en el río y en el pantano. Me remonto a los últimos años de 1950 y primeros de 1960, concretamente en la edad escolar.

Había cuatro puntos localizados para estas incursiones en el agua. En el río Alberco dos, en Río Seco, uno y luego el pantano que ya estaba embalsando.

Los del río Alberco se llamaban, el Pozo del Curita y el Pozo de los Avellanos. El del Curita tenía su enclave al inicio de su paso por el casco urbano y consistia en interrumpir su caudal, con una hilera de piedras, alcanzando una profundidad, que podría cubrirte un poco más del tobillo y te podías meter incluso sin descalzarte.

El Pozo de los Avellanos, situado a unos ochocientos metros cuenca arriba y en pleno monte, ya tenia otras dimensiones, sobre todo de profundidad, en lo que llamábamos la cazuela. Este lugar ya estaba «más trabajado» pues a base de piedras y termones se construía un pequeño dique, que servia para alcanzar la capacidad antes referida. Lo que sí estaba garantizada es la frialdad del agua, aún me dan escalofríos cuando lo recuerdo, la parte sumergida no llegabas a sentirla en un buen rato. Es curioso que esta baja temperatura, no produjera algún corte de digestión, pero no recuerdo ningún caso, claro, que por entonces las digestiones eran bastante «ligeras»…

Otro aspecto de aquellos baños, es el de considerarlos -solo para chicos- ya que se prescindía de todo atavío. Entre la indumentaria de ropa interior, los más pequeños llevábamos una especie de faja que se llamaba «justillo» y se ataba  con un cordon,  necesitando ayuda de algún compañero para sujetarlo a la hora de vestirte o corrias el riesgo de traértelo a casa en bandolera.  La utilidad de esta prenda no mereció mi curiosidad pero ahora me pregunto, si en plena época de la posguerra, se trataba de disimular un principio de raquitismo o que no se te desarrollara mucho el estómago por si no había con que llenarlo…

El pozo en Río Seco se llamaba «Pucheruelo»,  estaba situado en un espacio abierto y soleado pero no era frecuentado, yo creo que por lo del espacio «abierto» y los rumores de que había muchas culebras.

Después  empezamos a bajar al pantano, que ofrecía unas cotas de embalse importantes y, de los chapoteos en los pozos, pasamos a los intentos de aprender a nadar. Se continuaba prescindiendo de la ropa, aunque ya se daban casos de emergencia, ante el aviso de la aproximación de alguien, que pudiera ser del sexo opuesto. La emergencia nos hacía recurrir precipitadamente al calzoncillo, pero no resolvía totalmente el problema, ya que del material textil con el que estaban confeccionadas esta clase de prendas, a su contacto con el agua se convertían en lo que hoy la moda califica de transparencias. En resumidas cuentas, que si la presencia anunciada era real, la permanencia dentro del agua era obligada hasta que la visita se fuera o desapareciera la alerta.

Ante esta clase de eventualidades, tomar medidas de recato se imponía, trajes de baño, bañadores, etc. En mi caso, como no eran tiempos para dispendios económicos en la familia, alguien en casa recordó, que la prima Martina, una vez que vino de Barcelona, allá por la década de los 30, dejó guardado en un baúl un traje de baño, no un bañador, un traje de baño en toda la extensión de la palabra. Parece que lo estoy ahora viendo, de lana color burdeos. Para guardar un recato total solo le faltaba la bufanda. Bien, era cosa de probarlo y como no podía ser de otra manera (expresión  ahora muy utilizada) fue en el pantano. Ya dentro del agua flotar se hacía casi imposible, aquel atavío de lana empapaba agua como si fuera una gran esponja… ¡ calla! que las polillas habían abierto en la lana dos o tres vías de achique y eso me salvó de irme al fondo.

Este afán por el recato y con aquella experiencia, me dejó marcado ¡tanto!… que unos años después, cuando se instaló en casa una ducha y aunque estaba solo, el estreno lo hice con el bañador puesto.

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